Saturday, July 04, 2009

Las Fortalezas Estorban la Oración

“Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,  pídala a Dios,  el cual da a todos abundantemente y sin reproche,  y le será dada. Pero pida con fe,  no dudando nada,  porque el que duda es semejante a la onda del mar,  que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense,  pues,  quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor, ya que es persona de doble ánimo  e inconstante en todos sus caminos.” (Santiago 1:5-8).


Es importante creer la verdad cuando se ora.  ¿Sabías que las fortalezas espirituales estorban nuestra vida de oración? Cuando nos creemos una mentira del enemigo, es difícil orar con fe. Es difícil hacer oraciones de confianza cuando nos estamos creyendo, “Dios no me ama”, “Soy un fracaso”, “No hago nada bien”, “Soy rechazado por todos, incluyendo a Dios”. Las fortalezas apuntan hacia nuestra identidad en Cristo. Satanás siempre intentará derrotarnos en esta área. Si nos creemos que Dios ni nos ama ni le importamos, ¿Cómo vamos a creer que va a contestar nuestras oraciones? Si creemos que somos rechazados y que somos fracasos ¿Cómo podemos orar en fe acerca de nuestro destino? Demasiadas creencias negativas nublarán nuestra vida de oración.  

Cuando nos creemos una mentira nos volvemos de doble animo en la oración. La Biblia habla dos veces acerca de ser de doble ánimo, en Santiago 1:8 y 4:8. Este es un tema que se ve en todo el libro de Santiago. La palabra griega para “doble ánimo” es dissuchos significando dis “dos veces” y psuche significando “mente”. Esto describe a una persona que está dividida en sus lealtades, que es cambiante, que no se compromete y es incierto. EL diccionario revisado de Webster define “doble ánimo” como tener diferentes mentes en diferentes momentos, no estando asentado.  


¿Somos los únicos que luchan entre la fe y la duda? No. incluso personajes de Dios en la Biblia cayeron en el doble ánimo. En Lucas 7:19-20, Juan el bautista estaba en prisión y envió hombres a preguntarle a Jesús “¿Eres tú el que ha de venir, o esperaremos a otro?” ¡Imagina la lucha en tu propia mente si tú fueras Juan el bautista a punto de ser decapitado! Juan era humano y las fortalezas del enemigo y sus dardos de fuego lo asediaban como a nosotros. Comenzó a hundirse en la duda en la hora de crisis. Pero incluso a pesar de esto, Cristo le describe como mayor que cualquier profeta que haya nacido antes que él /Lucas 7:28).  Nuestras fortalezas estorban nuestras oraciones porque nos volvemos de doble ánimo - desasentados, cambiantes, no comprometidos, e inciertos en la oración cuando nos creemos una mentira. 



Doble Animo en la Oración


“La fe da a luz a la oración. Crece más fuerte, golpea más profundo, y sube más alto en el esfuerzo y la lucha de poderosas peticiones. La fe es la sustancia de las cosas que se esperan (ver Hebreos 11:1), la confianza y la realidad de la herencia de los santos. La fe, también, es humilde y persistente. Puede esperar y orar. Puede permanecer sobre las rodillas o tumbarse en el polvo. Es la única gran condición de la oración. La falta de ella está en la raíz de toda oración que es pobre, débil, pequeña, y no contestada.”  E. M. Bounds


Cuando somos de doble ánimo e inestables, nos volvemos indecisos y sin fe en nuestras oraciones.  Nos volvemos dudosos. Nuestras motivaciones pueden pasar a ser ego céntricas en lugar de Cristo céntricas (Santiago 4:3). Perdemos la confianza en la oración y en Dios. Puede que pensemos “¿está Dios realmente a mi favor?” es difícil creer la Biblia y creer a la vez una mentira del enemigo. Intentamos seguir el plan de Dios para nuestras vidas, y a la vez creemos al enemigo. Queremos seguir el plan A de Dios, pero también tenemos un plan B que incluye razonamiento humano y las mentiras del enemigo. Esto debilita nuestra fe y nuestra determinación. Ya no podemos orar en fe por el plan A cuando las fortalezas nos están echando abajo. La mentira del enemigo nos mantiene cautivos. Nos volvemos inestables. Después con frecuencia tomamos decisiones racionales que son contrarias al plan de Dios para nuestras vidas. Cuando esto ocurre es demasiado fácil apoyarnos otra vez en nuestro razonamiento humano, especialmente si las cosas están difíciles. Dudamos de la palabra de Dios. Dudamos de lo que Él nos ha dicho acerca de nuestras vidas. 


El apóstol Pedro tuvo una revelación acerca de que Jesús era el Cristo, pero cuando Jesús les adelantó el como Él tenía que sufrir la crucifixión como parte de la voluntad de Dios, Pedro le reprendió y le dijo “¡Nunca Señor, nunca esto te acontezca!” pero Jesús le dijo, “Apártate de mí Satanás, pues me eres de tropiezo, porque no pones tu mente en las cosas de Dios, sino en la de los hombres” (Mateo 16:22-23). Pedro tenía en mente el plan B en lugar del plan A de Dios que involucraba la muerte de Jesús. Con el plan B, ¡Nunca hubiéramos conocido la salvación!   


Con tanta frecuencia decimos que creemos la Palabra de Dios, pero no la vivimos en nuestra experiencia de a diario.  La conocemos en nuestra cabeza, pero el corazón no ha echado mano de ella. Con frecuencia he oído decir que la distancia más grande que existe es la que hay entre nuestra mente y nuestro corazón. Si no creemos de todo corazón lo que Dios dice, es difícil obedecer totalmente. El doble animo se puede meter dentro de la forma en la que escuchamos la Palabra de Dios  y la obedecemos (Santiago 1:22-25). Nos volvemos inestables en nuestra fe. Esto afecta nuestras oraciones. Cuando le pedimos a Dios sabiduría para conocer Su voluntad como en Santiago 1:6-8, no debemos dudar porque nos volvemos como las olas del mar, llevadas de un lugar al otro por el viento. Entonces no debemos pensar que vamos a recibir nada de Dios porque tenemos doble ánimo, inestables en todo lo que hacemos. Las fortalezas afectan nuestras acciones al hacer la voluntad de Dios. La fe de doble ánimo cree en Dios pero no en acciones (Santiago 2:14-17). Santiago dice que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:18, 20). Creer no es suficiente. No podemos oír sin hacer lo que la Biblia dice. Nos volvemos de doble ánimo en nuestro hablar y en nuestras oraciones (Santiago 3:9-11). De la abundancia de nuestro corazón habla nuestra boca (Mateo 12:34). 


Yo se lo que es ser llevada por el viento. Viví en el mar durante muchos años siendo una joven misionera. De hecho el capitán mantenía las cosas bastante bajo control, pero recuerdo difíciles tormentas. A veces estaba llena de fe conforme leía la Palabra de Dios, pero otras veces miraba al mar, y mi fe variaba. Era de doble ánimo. La fe y el temor estaban intentando luchar por mi mente. Recuerdo lo incomodo que resultaba ser de doble ánimo. La duda acerca de la Palabra de Dios intentaba tomar el control, y a veces dependía de mi propio razonamiento y escuchaba las mentiras del enemigo. Una de mis fortalezas era “¡La vida no es segura!” esto intentaba vencer a lo que yo sabía acerca de la Palabra de Dios. Había una lucha interna en la que yo luchaba entre intentar creer la Palabra de Dios y después escuchar a mis propios razonamientos humanos y los dardos de fuego del enemigo. Mis pensamientos dirían, “Este barco fue construido en 1914” “Es demasiado Viejo como para atravesar estos mares traicioneros” “La tierra está a kilómetros de distancia, ¡y yo ni siquiera se nadar!” “¿Qué si comenzamos a hundirnos?” Pero la Palabra de Dios dice en Salmos 91:1-2, 9: 


“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová:"Esperanza mía y castillo mío;  mi Dios,  en quien confiaré"… Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,  al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada.” 


Mi fe estaba variando porque yo estaba escuchando la fortaleza que el enemigo había construido cuando yo era de muy temprana edad.  Yo había creído una mentira, y no confiar en Dios era pecado. En el centro de esa situación, debí haber confesado la mentira como pecado, abierto mi Biblia, y comenzar a proclamar y orar la Palabra de Dios en voz alta. Esto habría cambiado cualquier momento de temor que me encontrase en aguas turbulentas en paz dentro de la protección y el cuidado de Dios. ¡Ojala hubiera sabido entonces lo que se ahora acerca de derribar fortalezas! Tantas veces obtuve la victoria durante el mal tiempo cuando simplemente me ponía los auriculares, salía al mar, miraba directamente al océano, y alababa y adoraba a Dios. Estas eran algunas de mis ocasiones mas memorables. El temor huía. La verdad invadía mis pensamientos, y hasta llegaba a encontrarme mejor físicamente.    


Debemos ser diligentes y reconocer las fortalezas en nuestras vidas. Debemos orar los propósitos de Dios para nuestras vidas y las vidas de los demás. Debemos ser persistentes en orar la verdad de Dios. Es a través de la oración que veremos derrumbarse las fortalezas. Dios las destruye a través de Su poder divino, pero necesitamos cooperar con Él. Debemos ser persistentes en el trato con las fortalezas, porque requiere toda una vida el reforzar esas mentiras. Por lo tanto, requerirá tiempo derribarlas. Las fortalezas son testarudas – Se han convertido en una parte de nuestras vidas – es difícil dejarlas marchar. Debemos continuar oyendo la Palabra de Dios porque la fe viene por el oír (Romanos 10:17). Debemos continuar hablando la Palabra de Dios. Debemos continuar obedeciendo en fe lo que oramos y hablamos. Conforme persistimos, tendremos victoria. En nuestra próxima carta veremos como derrotar las fortalezas a través de la oración. Puede que  quieras hacer la siguiente oración diariamente en tu vida para poder ver Victoria en tus oraciones. 



Una Oración para una Vida de Oración sin Estorbos


“Señor, ayúdame a creer Tu verdad cuando oro. No quiero ninguna fortaleza ni falsa creencia que estorbe mis oraciones. Quiero que mi fe de a luz oraciones poderosas. Ayúdame a no ser de doble ánimo. Pido una vida de oración sin estorbos. Ayúdame a orar con certeza, decisión, todo mi corazón, y con un solo ánimo. Enséñame a ser invariable en mis oraciones. Muéstrame áreas de mi vida en las que me creo mentiras. Dame revelación acerca de como esto está estorbando mis oraciones y disminuyendo mi fe. Quiero seguir tu plan A para mi vida. Elijo no dudar sino obedecer Tu Palabra. Ayúdame a orar Tus propósitos para mi vida y las vidas de los demás. Enséñame a adorarte y alabarte cuando me enfrento a dificultades durante los mares tempestuosos de mi vida. Quita toda fortaleza que estorbe mi vida de oración. Quita todo obstáculo a Tu gloria. Tú eres aquel en quien yo confió. Tú eres mi Fortaleza ‘Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme? Él me esconderá en su Tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto. Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,  y yo sacrificaré en su Tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.’ (Salmos 27:1, 5-6). En el nombre de Jesús, amen.”  


“Debemos orar sin dudar, leer la Palabra de Dios con gran cuidado, tener comunión sin acepción de personas, tener fe mientras guardamos consistentemente la ley de Dios, y hablar palabras que edifiquen y que inspiren a nuestros amigos y hermanos a honrar a Dios. Con atención de un único ánimo hacia la voluntad de Dios mostrada en Su Palabra, podemos acercarnos a Dios y Él se acercará a nosotros.”  Kevin Epps  


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